Hola de nuevo.
Ya está aquí la Semana Santa. Otro año más, lo
mismo pero diferente. Y es que todas las personas que vivimos o hemos vivido en
Sevilla y con un ápice de sensibilidad, no podemos escapar a la emoción de
estos días.
Con mayor o menor fervor y
devoción, todos nos sentimos impulsados a pasear por las calles de la ciudad, a
buscar el calor del bullicio y esa marea humana que te arrastra hacia esos
lugares tan visitados y donde te acuerdas de aquellas vivencias de semanas
santas pasadas.
Siempre lo mismo pero diferente,
desde luego. Siempre buscas la novedad, aquel Cristo o Nazareno que aún no has
visto en la calle o la primera vez que ves ese palio revirar esa calle en
concreto.
También están esos detalles que
son siempre los mismos pero que son imprescindibles, y cuando no los tienes,
¡los echas tanto en falta! Ese olor a azahar que sobrevuela las calles y que se
posa cerca de ti mientras ves el discurrir de una cofradía. Ese sonido tan
peculiar y armonioso de una borla dorada dando golpes en un varal de palio. Esa
pequeña luz de un cirio y que, unido a la tibieza de la muchedumbre, hace que
entres en calor en una fresca noche de primavera. O cuando ves alejarse el
manto de una virgen enmarcado por sus candeleros de farol, por una calle oscura,
al son de una marcha como “Amargura” o “Estrella Sublime”.
En fin estos y tantos otros
detalles que se me escapan son los que se viven estos días, año tras año, y
éste es el secreto para que una nunca se canse de verlos, oírlos y olerlos.
Pero como este blog está dedicado
al Cerro del Águila, me siento en la
obligación de hablar sobre ese Martes Santo mágico para mí. No quiero aburriros
con datos históricos ni reseñas cofrades, que seguro, sabéis al dedillo. Solo
busco compartir con vosotros los sentimientos que me inspiran mis queridos
titulares de la hermandad de mi barrio.
Cuando voy en tu busca Padre Mío,
en la intimidad de mi antifaz
y recorro el camino hacia ti,
estoy deseando llegar para verte.
Porque tú, ni estás desamparado ni abandonado,
porque tu barrio siempre está
contigo,
y yo no puedo más que verte
y rezar con todas mis fuerzas para que mi esfuerzo y penitencia
sea mi granito de arena para el
perdón de nuestros pecados.
En ese momento de hermandad y espera,
puedo tranquilamente admirarte
e imaginar que beso tus pies mientras lloro como hizo Magdalena
y así poder decirte desde lo más hondo de mi corazón
que ya nada podrá apartarme de ti,
mi Santísimo Cristo del Desamparo y Abandono.
¿Y qué decirte puedo que no te diga nadie más?
Si te adoro desde el último rincón de mi ser.
Cuando voy a verte, a rezarte.
Sé que estás a mi lado, siempre, aunque no me dé cuenta.
Cada Martes Santo voy a acompañarte,
porque ya sabes que todo lo hago por ti.
Que tú eres la razón de mi esfuerzo y de mi sacrificio.
Vale tanto la pena la espera y la fatiga,
que al verte volver a la iglesia, no puedo contener la emoción.
Te quiero Madre mía, Dolores de mi corazón.
Es así, no podía se de otra manera, porque acompañada de toda la familia, vemos siempre en el mismo sitio la revirá de Afán de Ribera a calle Aragón, del Cristo y de nuestra Virgen. Ahora que acompaño a mis titulares en la cofradía, siempre pido a alguien que me lo grabe. Así que comparto con vosotros los vídeos del 2010.
Con esto me despido y os deseo que tengáis buena Semana Santa ( y que San Pedro se porte bien).
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